top of page
  • Foto del escritorSílvia Pérez

Roles Internos



A veces es fácil etiquetar a las personas (o a uno mismo) bajo un mismo patrón:

"eres un vago" "no tienes control" "soy aburrido" "nunca tengo inicitiva" "siempre mientes"

Atribuir (nos) ciertas características o roles de forma categórica e inamovible no hace otra cosa que sesgar erróneamente nuestro abanico de posibilidades. No estamos definidos por una sola etiqueta permanente y estática, sino que estamos configurados por diversos roles internos que se complementan entre ellos y que también se modulan sobre sí mismos.

A pesar de tener varios roles internos, ¿por qué acabo mostrándome generalmente del mismo modo?

  • En cierta medida porque nos da cierta PREDICIBILIDAD. Puede resultar más cómodo asumir (nos) como "tal o cual" porque al definir (nos) desde un paradigma determinado e inequívoco nos da cierta sensación de control.

  • Por otra parte no olvidemos el gran poder que tiene la PROFECÍA AUTOCUMPLIDA. Al depositar en el otro (o en uno mismo) una expectativa, en ese momento ya se está generando ese escenario porque actuamos en base a esa realidad, condición suficiente para no defraudar y hacer que esta expectativa se acabe cumpliendo.

Todo ello tiene un efecto amputante en nuestro SER si creemos que estamos condenados a desempeñar los mismos roles que nos definían hasta hoy. Esto no es así. La identidad es dinámica y narrativa con lo cual se puede ir transformando con el tiempo y las experiencias vividas.

En este sentido podéis reflexionar sobre cómo es posible que uno mismo, según el contexto en el que está, puede dar a mostrar lo mejor de sí mismo o, por el contrario, lo peor. ¿Por qué? ¿Qué es lo cierto? ¿Soy tímido o soy abierto? ¿El otro es amable o es desagradable? Pues dependerá de:

  • La situación: acaban de alabar mi trabajo / me han dado una mala noticia cuyas consecuencias me pueden perjudicar / alguien importante me necesita, ...

  • Tu propio estado emocional de ese momento: llevo un día saturado de trabajo / me acabo de discutir con el jefe / he disfrutado de mis hobbies, ...

  • La mirada que te devuelve el otro de ti: es alguien que me tiene en consideración / me demuestra que confía en mi criterio / me hace sentir que no le interesa lo que le digo, ....

  • Los propios mecanismos internos de alerta que se ponen en juego: me siento amenazado / seguro / infravalorado / acogido ...

  • ...

Y cada factor hará salir a escena un rol u otro según la función que se necesite cubrir: protegerme, adoptar una posición serena, reafirmar mi valía, mostrar mis mejores atributos, mantenerte racional y en control...

Cada uno de nosotros tiene gran diversidad de registros o roles. Unos pueden gustar más, otros menos. Pero todos nos enseñan sobre nuestro funcionamiento interno y la forma de desenvolvernos con determinados contextos. Y además son perfectamente gestionables. Se activan para devolvernos alguna información y el SELF (Yo Adulto) tiene la decisión última para elegir que salgan a escena y de qué manera.

Para poder LIDERAR los ROLES INTERNOS tendremos que:

  1. Saber identificar los distintos roles que nos configuran

  2. Prever en qué circunstancias suelen activarse

  3. Comprender qué función cubren

  4. Reflexionar sobre los posibles costes que puede conllevar si sale de forma extrema

  5. De qué manera el SELF (YO Adulto) atiende y gestiona ese rol interno de forma integrada y funcional

 

Cómo reconciliarnos con nuestros roles internos

A continuación os dejo con una reflexión de PILAR JERICÓ que habla de todo ello:

Todos tenemos un sinfín de personajes o roles dentro de nosotros. A veces somos simpáticos y agradables y otras no hay quien nos aguante. En ocasiones parece que nos vamos a comer el mundo; y en otras, queremos que el mundo nos olvide un rato y encerrarnos como ermitaños. Y si nos preguntáramos, ¿quiénes somos nosotros? No creo que siempre tengamos una respuesta clara. El motivo es fácil: nos identificamos con el personaje que nos hemos ido creando (el más exitoso, el sufridor, la divertida, la que dice a todo que sí…) y no nos damos cuenta de que somos algo más. En la medida que conozcamos nuestros personajes, podremos dejar de identificarnos con ellos y podremos gestionarlos para sentirnos mejor, como explicó Luis Bueno, un experto terapeuta y amigo, en una conferencia que impartió esta semana en elcomo en Madrid.

Nacemos sin personajes pero con el paso del tiempo, vamos construyéndolos, porque creemos que de ese modo vamos a agradar a otros o vamos a protegernos. Así van surgiendo, de un modo inconsciente. Para ser queridos por nuestros padres, nos hacemos “don perfecto”, nos produce alergia el fracaso o, simplemente, intentamos congelar nuestras emociones. Y de este modo “conseguimos estar en paz con los hombres pero en guerra con las entrañas”, como resume Luis Bueno. Pero no olvidemos algo importante: Nuestros personajes forman parte de nosotros, pero nosotros somos mucho más que nuestros personajes.

Este proceso tiene un sentido. Nace para responder a las expectativas de los demás. Sin embargo, nos perdemos muchas cosas. Movernos con un único personaje es como estar sobre un carril de un único sentido. Desde ahí, no vemos el paisaje que nos rodea y el mundo de posibilidades que existe más allá de ellos. Los personajes nos hace miopes. Por ejemplo, buscamos aparentar ser los más listos y esto nos impide descansar en el maravilloso espacio del no saber. Otro problema con nuestros personajes son los conflictos. Muchos de ellos son contradictorios (me gustaría que mis compañeros me vieran como muy buena chica y, al mismo tiempo, qué pocas ganas tengo de hacer lo que me piden) y esto nos lleva a una tensión interna incómoda. Y, por último y más importante, el problema de identificarnos con un personaje es que confundimos el hacer con el ser. Pensamos que somos de un modo y nos olvidamos de que somos más grandes que ese cascarrabias, el exitoso o una mujer elegante.

Así pues, un paso para sentirnos mejor con nosotros mismos es reconciliarnos con nuestros personajes. Y Luis Bueno nos da algunas claves para ello:

  • Da las gracias a tus personajes. Nacieron por algo, recuerda, para que nos quisieran o para protegernos (todo ello, fundamental para nuestra supervivencia). Aunque esos mecanismos posiblemente se hayan quedado un poco obsoletos, tuvieron un sentido. Por ello, sé amable contigo mismo, no te machaques porque seas de un modo u otro.

  • Acoge a tus personajes pero "no firmes pactos de lealtad con ellos". Acepta que eres de una manera, pero elige cuándo quieres serlo. Si por ejemplo, te sale el “pronto”, déjalo para “más tarde”.

  • Juega con tus personajes. Elige tú a los personajes antes de que ellos te elijan a ti. Te aburre tu trabajo pero te fascina ir en bici o esquiar. ¿Qué ocurriría si llevaras al ciclista o al esquiador al mundo de la empresa? Juega contigo mismo. Dentro de nosotros tenemos un universo de posibilidades, no lo olvides.

  • Date permiso para ser de otro modo. No estás atrapado. Explora qué hay detrás de la apariencia de lo que muestras. Ten curiosidad por esa persona que de repente es capaz de dejar de controlar, de quejarse o de estar eternamente sonriente. Dentro de nosotros habita alguien maravilloso, que no siempre conocemos. Identifica en qué momentos puedes ser de otro modo y te sientes bien con ello.

Psicologia_Barcelona_Silvia_Perez_edited
bottom of page