COMPLACER: SER PARA TI O SER PARA LOS DEMÁS
¿Crees que le das el mismo valor a tus asuntos que a los asuntos de los otros? ¿Te es igual de fácil respetar los derechos de los otros que defender los tuyos propios? ¿Sientes que el trato que le ofreces a tus seres queridos es proporcional al trato que tú recibes de ellos?
Probablemente la respuesta en muchos casos sea NO. El equilibrio entre DAR y RECIBIR es algo que fácilmente puede verse descompensado en relaciones donde las dinámicas no son igualitarias.
En este tipo de relaciones nos podemos encontrar con perfiles que tienden a ser complacientes en oposición a aquellos que tienden a ser egocentrados y en el post de voy a referirme específicamente a los primeros.
La persona que tiene un rol COMPLACIENTE tiene bien asumido el encargo de DARSE a los demás porque es a través de ello que ha aprendido a sentir que existe, que el otro le devuelve un reconocimiento de su SER. Sin embargo poco sabe de SER para SÍ MISMO y de dar prioridad a su INTEGRIDAD.
¿Por qué sucede? Pueden haber diversas explicaciones pero todas coinciden en una premisa: la ausencia en su niñez de ADULTOS suficientemente competentes para reconocer y atender satisfactoriamente sus necesidades emocionales. Y, por tanto, una falta de maestros que sirvan de modelaje para que ese niño aprenda a identificar lo que siente y a dar valor a lo que le ocurre. Además, también pueden influir otros elementos como el hecho de desarrollarse en ambientes exigentes y con altas dosis de control, o crecer en un entorno donde los referentes tienen poca disponibilidad y escasos recursos emocionales y comunicativos que ofrecer, o nacer en un contexto especialmente adverso en el que los padres no están en condiciones de poder cuidar (fallecimientos traumáticos, conflictos conyugales, adicciones, enfermedades...) y el niño asume la carga de cuidar de ellos para garantizar la supervivencia del sistema familiar, entre otros.
Como se deduce, la persona que va configurando su identidad inmersa en estos ingredientes es fácil que vaya desarrollando una serie de habilidades más enfocadas en lo que el otro necesita y en cubrir las expectativas que se depositan en él, desatendiendo cada vez más la escucha de sus propias necesidades y la legitimidad de sus derechos.
Por eso no es de extrañar que cuando se habla de ellas se les confiera una serie de virtudes que cerca quedan de los santos: "es encantadora, te hace sentir tan a gusto", "nunca pone pegas a nada, se adapta a todo", "es el primero en colaborar y echarte una mano si necesitas", "quien lo conoce le quiere", "un gran profesional, se entrega en todo lo que hace",...
¿Pero qué pasa con ellos a solas? ¿Ellos también se sienten así? Y cuando establecen relaciones con los otros, ¿se hacen respetar como merecen?
La respuesta se deduce sola si recordamos que habitualmente este tipo de roles han tenido la necesidad de desconectarse de su propio sentir para asegurar el amor del otro. Así pues son personas que tienen dificultad para sentirse con el derecho de dar prioridad a su integridad, con lo cual la cara B de toda esta madeja de sacrificio es que fácilmente pueden verse envueltos en relaciones desequilibradas y abusivas.
Por ello en estos casos es crucial enfocar el trabajo terapéutico en aprender a legitimar los propios derechos pudiendo establecer los límites necesarios para dar prioridad a la propia integridad. Mientras no sea así y la prioridad la tenga el vínculo, uno estará sentenciado a descuidarse y someterse al otro.
Así que el mayor reto que se dibuja en estos perfiles es sostener el miedo a perder el vínculo. Cuando uno está dispuesto a asumir esta posibilidad y poner por encima el propio autocuidado, es entonces cuando el amor hacia uno mismo tiene prioridad por encima de la relación y uno puede empezar a proyectarse desde sí mismo, limitando los excesos que pueden venir del exterior y cultivando relaciones igualitarias.
Para acabar os dejo con una reflexión de Charles Chaplin que va en consonancia con esta parte madurativa de saber renunciar a los apegos y los miedos para atreverse a AMAR de verdad. AMAR a uno y AMAR al otro.
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