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  • Foto del escritorSílvia Pérez

COMPLACER





COMPLACER: SER PARA TI O SER PARA LOS DEMÁS


¿Crees que le das el mismo valor a tus asuntos que a los asuntos de los otros? ¿Te es igual de fácil respetar los derechos de los otros que defender los tuyos propios? ¿Sientes que el trato que le ofreces a tus seres queridos es proporcional al trato que tú recibes de ellos?


Probablemente la respuesta en muchos casos sea NO. El equilibrio entre DAR y RECIBIR es algo que fácilmente puede verse descompensado en relaciones donde las dinámicas no son igualitarias.


En este tipo de relaciones nos podemos encontrar con perfiles que tienden a ser complacientes en oposición a aquellos que tienden a ser egocentrados y en el post de voy a referirme específicamente a los primeros.


La persona que tiene un rol COMPLACIENTE tiene bien asumido el encargo de DARSE a los demás porque es a través de ello que ha aprendido a sentir que existe, que el otro le devuelve un reconocimiento de su SER. Sin embargo poco sabe de SER para SÍ MISMO y de dar prioridad a su INTEGRIDAD.


¿Por qué sucede? Pueden haber diversas explicaciones pero todas coinciden en una premisa: la ausencia en su niñez de ADULTOS suficientemente competentes para reconocer y atender satisfactoriamente sus necesidades emocionales. Y, por tanto, una falta de maestros que sirvan de modelaje para que ese niño aprenda a identificar lo que siente y a dar valor a lo que le ocurre. Además, también pueden influir otros elementos como el hecho de desarrollarse en ambientes exigentes y con altas dosis de control, o crecer en un entorno donde los referentes tienen poca disponibilidad y escasos recursos emocionales y comunicativos que ofrecer, o nacer en un contexto especialmente adverso en el que los padres no están en condiciones de poder cuidar (fallecimientos traumáticos, conflictos conyugales, adicciones, enfermedades...) y el niño asume la carga de cuidar de ellos para garantizar la supervivencia del sistema familiar, entre otros.


Como se deduce, la persona que va configurando su identidad inmersa en estos ingredientes es fácil que vaya desarrollando una serie de habilidades más enfocadas en lo que el otro necesita y en cubrir las expectativas que se depositan en él, desatendiendo cada vez más la escucha de sus propias necesidades y la legitimidad de sus derechos.


Por eso no es de extrañar que cuando se habla de ellas se les confiera una serie de virtudes que cerca quedan de los santos: "es encantadora, te hace sentir tan a gusto", "nunca pone pegas a nada, se adapta a todo", "es el primero en colaborar y echarte una mano si necesitas", "quien lo conoce le quiere", "un gran profesional, se entrega en todo lo que hace",...


¿Pero qué pasa con ellos a solas? ¿Ellos también se sienten así? Y cuando establecen relaciones con los otros, ¿se hacen respetar como merecen?

La respuesta se deduce sola si recordamos que habitualmente este tipo de roles han tenido la necesidad de desconectarse de su propio sentir para asegurar el amor del otro. Así pues son personas que tienen dificultad para sentirse con el derecho de dar prioridad a su integridad, con lo cual la cara B de toda esta madeja de sacrificio es que fácilmente pueden verse envueltos en relaciones desequilibradas y abusivas.


Por ello en estos casos es crucial enfocar el trabajo terapéutico en aprender a legitimar los propios derechos pudiendo establecer los límites necesarios para dar prioridad a la propia integridad. Mientras no sea así y la prioridad la tenga el vínculo, uno estará sentenciado a descuidarse y someterse al otro.


Así que el mayor reto que se dibuja en estos perfiles es sostener el miedo a perder el vínculo. Cuando uno está dispuesto a asumir esta posibilidad y poner por encima el propio autocuidado, es entonces cuando el amor hacia uno mismo tiene prioridad por encima de la relación y uno puede empezar a proyectarse desde sí mismo, limitando los excesos que pueden venir del exterior y cultivando relaciones igualitarias.



 

Para acabar os dejo con una reflexión de Charles Chaplin que va en consonancia con esta parte madurativa de saber renunciar a los apegos y los miedos para atreverse a AMAR de verdad. AMAR a uno y AMAR al otro.


"Cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto, en la hora correcta, y en el momento exacto. Y, entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre… AUTOESTIMA. Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional, no es sino una señal de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es... AUTENTICIDAD. Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente y comencé a ver que todo lo que acontece, contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama... MADUREZ. Cuando me amé de verdad, comencé a percibir como es ofensivo tratar de forzar alguna situación, o persona, solo para realizar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento o la persona no está preparada... inclusive yo mismo. Hoy sé que el nombre de eso es... RESPETO. Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable... Personas, situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. De inicio, mi razón llamó esa actitud egoísmo. Hoy sé que se llama… AMOR PROPIO. Cuando me amé de verdad, dejé de temer tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los Mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé, que eso es... SIMPLICIDAD. Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y, con eso, erré mucho menos veces. Hoy descubrí la... HUMILDAD. Cuando me amé de verdad, desistí de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme con el Futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama... PLENITUD. Cuando me amé de verdad, percibí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando yo la coloco al servicio de mí corazón, ella tiene una gran y valiosa aliada. Todo eso es.... SABER VIVIR! No debemos tener miedo de confrontarnos... Hasta los planetas chocan y del caos nacen las estrellas."

(Charles Chaplin)


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