El siguiente relato ejemplifica hasta qué punto podemos llegar al absurdo de cuestionar nuestra identidad cuando no nos hemos encargado de configurar una estructura interna que nos defina, sino que la definición de nuestro ser se ha desarrollado en base a parámetros ajenos que podríamos llamar ARQUETIPOS: lo que es correcto/incorrecto, lo que yo pienso que el otro espera de mí, lo que se entiende que debe ser un buen hijo/marido/amigo, lo que los marcos sociales dictan como adecuado, ... Os dejo con él y os invito a que reflexionéis sobre su moraleja.
" ¿Os expliqué aquello de aquel señor que pensaba que era un ratón? Se trata de un chascarrillo que circula en el mundillo psiquiátrico. Cuentan que a un hombre le asaltó la duda persistente y angustiante de haberse convertido en un ratón. Movido por esa duda insoportable, buscó apresuradamente un psiquiatra que pudiera atenderlo de inmediato. Una vez localizado, se presentó en su consulta con la siguiente demanda:
- PACIENTE: Vengo porque, según lo que he podido leer en Internet, tengo un problema de dismorfofobia. Cuando me miro al espejo me parece que veo a un atón; en vez de verme a mí, veo a un raton, y claro, yo creo que debe ser algo muy grave.
- DOCTOR: Vamos a ver. Usted ¿cómo ha venido hasta aquí?
- P: Al sentir que tenía ese problema he mirado en Internet, he buscado en la sección de psiquiatría, he encontrado su dirección, he pedido hora por teléfono, me han dado esta, he cogido el metro, he venido, he llamado a la puerta, me he presentado, y tal.
- D: Muy bien, muy bien. ¿Y usted cree que esto lo haría un ratón: mirar en Internet, pedir hora por teléfono, coger el metro...?
- P: Pues un ratón no, claro que no.
- D: Además, ¿usted cree que un ratón, cuando se mira al espejo, cree que tiene un problema o se extraña al ver que es un ratón?
- P: No, porque sería un ratón, claro.
- D: Y usted, que está aquí, conmigo, contándome lo que le está pasando, cree que un ratón estaría aquí, explicándomelo?
- P: La verdad es que no, no estaría aquí. Bueno, pues está claro que no soy un ratón. Gracias, docstor, me ha quitado un problema de encima y ahora estoy convencido de que no soy un ratón. ¡Qué alivio! Por fin podré salir tranquilo a la calle. Porque estaba con esto... Bueno, ¿y cuánto le debo?
- D: Tanto... Y, ¿usted cree que un ratón preguntaría cuánto me debe?
- P: No, no, por Dios.
- D: ¿Y se sacaría la cartera de su bolsillo y me pagaría en contante y sonante?
- P: No, no, desde luego.
- D: Ve usted como no es un ratón.
- P: Pues es verdad, me ha convencido totalmente. Mire, ya se me ha ido totalmente la idea de la cabeza.
- D: Bien, pues me alegro, hombre. Vaya usted con Dios.
Y entonces, le paga, se despide y todo eso. Se va hacia la puerta y, cuando llega a la puerta, se da un manotazo en la cabeza y dice:
-P: Oiga, doctor, ¿me dejaría preguntarle una última cosa?
- D: Pues claro, diga, diga.
- P: Es que al llegar a la puerta me ha pasado una duda por la cabeza. Ya tengo claro que no soy un ratón, pero ¿y los gatos? ¿ya lo saben?"
¿Qué conclusiones extraéis de la moraleja que suggiere el relato?
Podemos decir que cuando uno confiere el poder de definirse a terceras personas o a criterios ajenos a él, la duda y el cuestionamiento hacia su propia identidad nunca cesará. Buscar la certeza de 'quién es uno' desde preceptos ajenos predispone a estar siempre inmerso en nuevos debates que cuestionen cualquier planteamiento porque el SER está vacío, no está construído. Para generar convicción sobre quién es uno mismo es codición indispensable UN SUJETO que se percibe a sí mismo como tal y es conoceder de su propio sentir, pensar, hacer. Si se busca saber quién es uno mismo construyéndose desde arquetipos ajenos e impersonales y buscando respuestas en lo ajeno a él, NO se genera una estructura interna y auténtica porque no hay SUJETO y sin sujeto no hay IDENTIDAD.
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