Construir un vínculo sano con tu hijo garantiza relaciones afectivas positivas, estimula su autonomía y fomenta una visión positiva de sí mismo y de los demás. Cuando el hijo siente que cuenta con una base estable de afecto y seguridad no necesitan permanecer “pegados” a sus padres.
Esta relación de afecto que proporciona seguridad no surge espontáneamente, ni se encuentra condicionada totalmente por la biología, requiere que te involucres a diario, que muestres empatía con los sentimientos de tu hijo y le animes a que confíe en sus capacidades. Así, el hijo no teme al fracaso porque sabe que sus padres no le retirarán su afecto si el resultado no es el deseado, y afrontará los retos como una oportunidad para superarse, y no con miedo a decepcionar a los demás si se equivoca.
El vínculo afectivo sano, basado en el conocimiento mutuo, la aceptación del otro y la demostración de cariño, proporciona una base adecuada para el reconocimiento y la expresión genuina de emociones, además genera un clima idóneo para la confianza y la comunicación, imprescindible en etapas de crisis como la adolescencia.
Por eso, conocer a tu hijo y aceptar tanto sus limitaciones como las tuyas te ayudará a resolver los problemas con más facilidad. Somos únicos y especiales, por ello, debes dejar de lado comparaciones y no debes proyectar en el hijo ideales sobre cómo debería ser. Esto puede coartar su yo auténtico y provocar sentimientos de rechazo y, por tanto, inseguridad, rabia o tristeza. El hijo con baja autoestima puede ser muy manipulable, incapaz de tomar decisiones u opinar, o bien reaccionar de manera violenta ante rivalidades o pequeñas críticas.
De esta manera se hace importante nutrir la relación con tu hijo desde estas premisas de afecto, valoración y normas, lo que exige que los padres se mantengan constantes y pacientes con los retos que plantea la crianza. A continuación se concretan algunas pautas que favorecen la construcción de un vínculo afectivo sano que pueden orientar a lo padres:
• Atiende sus necesidades de manera efectiva y averigua qué le pasa lo antes posible. Esto requiere que observes y mantengas una actitud de escucha y empatía hacia él.
• Protégele del peligro pero sin ser alarmista. Es muy positivo que transmitas un estado de tranquilidad cuando tu hijo o hija no esté junto a ti.
• Expresa tu afecto abiertamente, con gestos y palabras, besos y abrazos.
• Educar con afecto implica también establecer límites y normas. El hijo necesita orientación sobre cómo vivir en familia y cómo respetar los derechos de los demás para vivir en sociedad.
• Muestra interés por sus preocupaciones e intereses a lo largo de su desarrollo. Una actitud abierta a escuchar y dialogar garantiza que cuando tu hijo se enfrente a dificultades no tenga miedo de pedirte ayuda o consejo.
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