Carl Jung nos dice que todo aquello que nos enfada del otro puede conducirnos a la comprensión de nosotros mismos y me acojo a este prisma para desarrollar la entrada al blog de hoy.
Empezaré por lanzaros una pregunta:
Cuando hay algo que os molesta: ¿a qué o a quién soléis atribuir la responsabilidad de ese enfado?
Es una tendencia bastante común el hecho de sentir que son los otros los causantes de nuestros enfados, con lo cual nos enrocamos en la creencia que es el otro el que debe cambiar la actitud para que nosotros dejemos de estar enojados.
En este caso la estrategia de afrontamiento está enfocada hacia afuera, otorgando la responsabilidad al otro. Este prisma te lleva a vivir enfadado la mayor parte del tiempo puesto que la vida (y los demás) no siempre va a cubrir tus expectativas y si pretendes que así sea la frustración está asegurada.
Pero la cita de Jung nos sugiere una nueva mirada en la que centrarnos en qué nos pasa a nosotros para que ello nos irrite. Ello implica dirigir la mirada hacia dentro e identificar qué es aquello que resuena en mi experiencia íntima para que tanto me perturbe lo que hace el otro; Puede ser que siento que mis necesidades no están siendo satisfechas, que no estoy siendo tenido en consideración, que no tengo el control de la situación, que soy tonto al exigirme tanto cuando el otro no hace el mínimo esfuerzo y sale indemne, etc. Y probablemente estas sensaciones hablen de heridas más profundas de experiencias más tempranas y que se reactivan en situaciones cotidianas. Es como si el otro tuviera un botón que con su conducta activa una vivencia en ti que tiene un recorrido asociado. No se trata de quitar responsabilidad al otro, sino de apropiarnos de la nuestra porque es lo que nos permitirá realizar cambios y vivir las situaciones de forma más liviana.
Cuando nos hacemos cargo de lo que nos pasa a nosotros, matiza el decorado de la situación y transforma el enojo en un registro emocional más variado que abre camino al entendimiento propio.