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  • Foto del escritorSílvia Pérez

Dolor y autoconocimiento


Por experiencia propia y por la experiencia que me avala como psicóloga, puedo decir que aprender a transitar el dolor en soledad es un ingrediente indispensable que te aproxima al auténtico autoconocimiento.


Una dosis adecuada de soledad es necesaria, igual que lo es alternarla con buena compañía, aficiones y vida diaria en sociedad. Pero ¿cuántas veces hemos oído de los miedos a estar solo? ¿Del terror a conectar con el dolor? Yo observo a menudo que las personas escapamos constantemente de nosotros mismas, incluso sin poder estar en quietud más de unos minutos: enseguida se impone el móvil, la tv, el trabajo pendiente, las series, los planes, las llamadas, el ruido mental... No nos es fácil parar y conectar en silencio. El escenario que nos envuelve en esta ecuación nos alienta a huir constantemente de la propia conexión y de la conexión real con el otro a través de redes sociales, la cultura del escaparate donde importa más publicar lo que haces que vivirlo, el consumo compulsivo de alcohol/sexo/compras/comida, la telebasura, las relaciones sentimentales de sustitución inmediata, las quedadas banales para distraer la mente, etc.

Os invito a desafiar esta inercia. Compruebo día a día que el hecho de poder ofrecernos más silencio, quietud y permanencia nos ayuda a transitar el dolor de los pequeños/grandes avatares de la vida, lo que nos CAPACITA para afrontar todo aquello que nos pasa pudiendo autoregular nuestros estados emocionales. El dolor en soledad nos confronta directamente con nosotros mismos, con nuestros temores, con nuestros anhelos, con nuestras debilidades. Por supuesto que frente a etapas de crisis hay que procurar nutrirse de apoyos externos, actividades que nos distraigan e incluso de obtener la ayuda profesional en el caso que se necesite. Pero hay que cuidar de no caer en la necesidad desmedida de recurrir a lo externo para aliviar el dolor del alma a toda costa, ya sea pretendiendo que siempre haya alquien que te consuele, a algo que te sacie momentáneamente o sencillamente algo que te evada del dolor. Lo ajeno puede ayudarte, especialmente en un inicio cuando el dolor es intenso, pero para reparar las heridas de forma auténtica es esencial que uno mismo se dé espacio para transitar por lo interno.

Abrazar el dolor en soledad nos ofrece la posibilidad de conectar y reflexionar acerca de dónde venimos, quienes somos y proyectar hacia dónde vamos. Es una excelente oportunidad para profundizar en nuestros rincones más ocultos y colorearlos con conciencia. Cuando uno se convierte en una buena y sabia compañía para sí mismo, tiene a su alcance la mayor de las fortunas: una relación verdadera para toda la vida. Esta posición nos permite soltarnos de todo apego y, por tanto, ELEGIR desde la libertad y la suma en todo lo que nos rodea: amistades, pareja, trabajo, ocio...

No voy a negar que es embarcarse en un camino difícil, especialmente cuando uno está inmerso en un estado de dolor intenso. Pero también tiene una parte estimulante donde redescubrirse en distintos planos. Es indispensable contar con el factor tiempo para serenar nuestro estado e integrar una perspectiva más constructiva de todos estos efectos. Cuando las emociones están más digeridas, se impone con más presencia la grata sensación de conectar con el propio poder para sostenernos y autodeterminarnos. Así que la ilustración que hoy acabo de dibujar la dedico a todos los valientes que se atreven a hacer la apuesta de ser AMANTES y también DOLIENTES.

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