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  • Foto del escritorSílvia Pérez

La zanahoria, el huevo y el café



Un aprendiz preguntó a su maestro acerca de la vida y cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que no podría con todo aquello y que pronto se daría por vencido. Estaba cansado de luchar y le parecía que cuando lograba solucionar un problema, aparecía inmediatamente otro.

Su maestro le llevó a la cocina del monasterio y allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre el fuego. Cuando el agua de las ollas comenzó a hervir, colocó zanahorias en una de las ollas, en otra colocó huevos y en la última granos de café. Las dejó hervir sin decirle nada a su alumno.

El alumno, impaciente, se preguntaba qué sería lo que estaba haciendo su sabio maestro. A los veinte minutos el maestro apagó el fuego y retiró las tres ollas. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Seguidamente sacó los huevos y los colocó un plato y, finalmente, coló el café y lo puso en una taza. El alumno extrañado escuchó las sabias palabras de su maestro:

-“¿Qué ves?”

-“Zanahorias, huevos y café”, respondió el alumno.

El maestro le dijo que se acercara a tocar las zanahorias. Accedió y notó que estaban blandas. Luego le pidió que cogiera un huevo y lo rompiera. El alumno quitó la cáscara y comprobó que la nueva textura del huevo cocido. Por último, el maestro le pidió que probara el café. El alumno sonreía mientras degustaba el café y olía su aroma. Humildemente preguntó: “¿Qué significa todo esto, maestro?”

El maestro le explicó que los tres elementos se habían enfrentado a la misma adversidad, agua hirviendo, pero habían reaccionado de forma distinta. La zanahoria era fuerte y dura antes de enfrentarse al agua hirviendo, pero después de pasar por ella, se había vuelto débil y fácil de deshacer. El huevo había llegado frágil al agua, la fina cáscara protegía su líquido interior, pero después de pasar por el agua hirviendo, su interior se había endurecido. Los granos de café eran los únicos que, después de estar en agua hirviendo, habían sido capaces de transformar el agua.

-“¿Cuál eres tú?”, le preguntó.

-“Cuando te enfrentas a la adversidad, ¿cuál es tu respuesta?”

-“¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando te enfrentas a la adversidad y al dolor te vuelves débil y pierdes la fuerza?”

-“¿Eres un huevo, que empieza con un corazón maleable, líquido? Contabas con un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación, o un problema, ¿te has vuelto duro y rígido? Por fuera pareces el mismo, pero ¿tu corazón se ha endurecido?

-“¿O eres un grano de café? El café cambia al agua hirviente, cambia aquello que le causa el dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición, el café logra su mejor sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas están peor, tú reaccionas mejor y harás que aquello que te rodea mejore.


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